La trascendencia de la ética

Roberto Castro Ch.

Roberto Castro Chaves

Es de suma importancia considerar la ética en la actividad política, pues de ello depende que la administración pública pueda responder a expectativas deseadas y que los electores no se sientan defraudados porque los gobernantes no cumplen con las acciones esperadas.

Dentro del contexto político es propenso que al electorado se le ofrezca una situación deseada, pero una vez conseguido el poder la promesa es olvidada. No se trata de analizar si se incumplió por razones justificables o no, se trata de ofrecer lo que realmente se pueda cumplir. Una de las razones por las cuales el elector reacciona negativamente es precisamente el engaño, que se ha convertido en una reiterada falta de ética en la función pública y básicamente en las plataformas de campaña de algunos candidatos. Ahora bien el engaño es sólo una parte de las violaciones éticas que se dan en política.

Como sabemos las normas legales responden a una forma de conservar normas éticas, sin embargo las normas legales no pueden cubrir toda la actividad humana, y por consiguiente siempre quedará al descubierto un gran ámbito en que debe ser cubierto de manera individual. Este es el punto fundamental pues todos los integrantes de la sociedad sabemos cuáles acciones corresponden hacer o dejar de hacer, y cuando estamos en frente de ellas debemos tomar la decisión de cuál es el camino correcto y cual no. La situación es que en términos generales los humanos tenemos la inclinación de observar los defectos de los demás, pero no los propios. Cuando hablamos de virtudes son más las nuestras que las de los otros, de tal manera que mientras no tomemos consciencia clara de que todos estamos expuestos a violar principios éticos y que solo depende de nosotros si actuamos correctamente o no, por consiguiente el punto medular del problema radica en nuestro interior.

Existe una máxima que se expone en derecho que dice: “Lo que no es prohibido es permitido” situación que parece a todas luces inmoral, pues el hecho de que la ley no lo exponga en modo alguno significa que hacerlo sea lo correcto, de tal manera que nosotros si sabemos que es correcto y que no es, no porque lo hayamos leído o no, porque son cosas que aprendimos en principio en nuestro hogar y luego en la sociedad. Tenemos un caso del que todos hemos experimentado, sea porque nos lo han dicho o porque lo hayamos conocido, se trata de la famosa corrupción, que no se trata únicamente de participar en negocios oscuros o sucios, o tratar con traficantes o cualquier otro tipo de manejos indebidos. Aquí el asunto del actor es hacer el procedimiento procurando que nadie se entere de lo acontecido, pero el caso es que en algún momento, como decíamos los niños de mi época, “la jarana sale a la cara”, pero ahora no es jugando bolinchas o trompos, es una práctica social de difícil control sino lo hacemos nosotros mismos. La corrupción es un problema social y no tiene bandera partidarista.

La ética no deben practicarla los demás, tenemos que practicarla todos. Si dentro del Partido tenemos una normativa completa, democrática y simple, pueden haber incumplimientos al Estatuto y medidas correctivas para enderezar las acciones, pero debemos adecuarnos a hacer lo que se debe hacer, en vez de pensar que podemos hacer algo indebido y que no se van a enterar.
Lo correcto es lo nuestro y si alguien no está de acuerdo no es problema liberacionista, la doble moral, las jugadas indebidas, los juegos de chapas, indilgar responsabilidades propias en otros, el doble discurso y demás patrañas y juegos indebidos, deben quedar en el cofre de los vicios de la historia.

Abrazo cordial

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