Daniel Oduber Quirós
Hoy hace dieciocho años, el Congreso Constitucional dominado por los Partidos Republicano Nacional y Vanguardia Popular, declaró nulas las elecciones que habían hecho presidente a don Otilio Ulate Blanco, candidato de la oposición.
En esa época el Tribunal Electoral hacía declaratoria provisional de Presidente, pero correspondía al Poder Legislativo hacer la declaratoria definitiva. Esa sesión del 1 de marzo de 1948 conoció del fallo del Tribunal Electoral que, por mayoría, declaraba electo al señor Ulate. Y los partidos Republicano Nacional (calderonista) y Vanguardia Popular (comunista) decidieron valerse de la opinión de minoría de un magistrado del Tribunal, y con base en ella, declarar nula la elección del señor Ulate. Ese mismo día era asesinado el Dr. Carlos Luis Valverde por las tropas del gobierno, que buscaban en su casa al propio señor Ulate para detenerlo. Se inició la lucha armada once días después, y el Ejercito de Liberación Nacional hizo respetar el fallo mayoritario del Tribunal Electoral, restituyendo la presidencia al señor Ulate.
La Asamblea Constituyente de 1949 aceptó la organización electoral por que luchamos, quitando todo el proceso electoral de manos del Poder Ejecutivo y terminando con la intromisión del Poder Legislativo en la declaratoria de elección. Desde esa fecha, en el poder o fuera de él, Liberación Nacional ha venido luchando por la pureza del sufragio, por la autonomía de la función electoral, y por la majestad de los organismos electorales, seguro de que sólo así puede el país, y puede cada ciudadano, vivir en paz y en orden. Toda esa lucha fue de nuevo puesta a prueba en el proceso electoral reciente y, lamentablemente, tarde ya para poder actuar en el proceso mismo, la organización electoral del país demostró su debilidad, tanto en la aplicación de la ley, cuanto en hacer imposible el fraude electoral. No se quiso aplicar la ley para regular la campaña, y el sistema abrió de nuevo la posibilidad de burlar la voluntad del votante costarricense.
El Tribunal Supremo de Elecciones, en declaratoria de las 0:25 horas del día 27 de febrero de 1966, consideró electo presidente de le República por cuatro años, al señor José Joaquín Trejos Fernández. Lo hizo a pesar de nuestra solicitud de nulidad de numerosas mesas electorales, donde se cometieron irregularidades, por acción de miembros de mesa de los Partidos de la Unificación Nacional.
El Tribunal, como puede hacerlo de acuerdo con la Constitución y la ley, consideró más apropiado no aceptar las demandas de nulidad, y dejar las cosas como estaban, lo que garantizó una mayoría de 4 220 votos a los partidos de la Unificación Nacional. El proceso presidencial queda así cerrado, por disposición inapelable del más alto organismo electoral de Costa Rica. Liberación Nacional había anunciado ya, y mantiene, su respeto a esa disposición.
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En plaza pública y en reuniones privadas, como candidato presidencial, sostuve la tesis de que mi partido no aceptaría la menor irregularidad en el proceso electoral, y que no permitiría que se le robara un solo voto. Me encuentro así ante la convicción de que se realizó un fraude electoral de proporciones que no se puede calcular, en perjuicio de nuestro partido, y ante el hecho consumado de un fallo inapelable dictado por el más alto organismo electoral de nuestro país: al que hemos dado todo apoyo desde su creación. A mi partido le quedaría el camino de desconocer ese fallo, y hacer frente a las consecuencias de ese acto, en el terreno de los hechos, llevando así a Costa Rica a una guerra civil permanente. Pero entra aquí, en todo hombre público, el diálogo íntimo consigo mismo en busca de la mejor solución para el país, y el diálogo permanente, con los grupos directores de un partido, con la misma intención. Ha quedado demostrado ante mi conciencia, y ante la conciencia de todos los costarricenses honestos, por encima de divisiones partidistas, que en el proceso electoral recién pasado se cometieron irregularidades notorias, que cambiaron el resultado electoral. No se sabe en definitiva, si una repetición de la votación en las mesas acusadas de irregularidades, habría arrojado un cambio determinante en el resultado presidencial.
El Tribunal Supremo de Elecciones no consideró conveniente repetir esa votación ni aceptar nuestras demandas de nulidad. Pero también ha quedado demostrado internamente dentro de nuestro partido, y hay que reconocerlo públicamente, que la falta mayor no fue el acto irregular de algunos miembros de la Unificación, sino el error de dirigencia en mi propio partido, de creer que los organismos electorales de Costa Rica están hechos a prueba de fraude, y que los hombres que intervienen en el proceso electoral están por encima del partidismo político. La absoluta fe en los organismos electorales nos llevó, a quienes dirigíamos el partido en estas campañas, a afirmar categóricamente ante nuestros partidarios y ante nuestros delegados en las mesas electorales, que el fraude era imposible. En esa forma, todo nuestro trabajo del día 6 de febrero pasado, estuvo condicionado por la absoluta seguridad en la limpieza del proceso electoral; y nuestros miembros de mesa y fiscales, siguiendo esa línea dictada por nosotros, no vieron las irregularidades que sucedían ante sus propios ojos. La doble papeleta, duplicando el voto presidencial para el señor Trejos; el ajuste de la contabilidad de esas mesas, mediante la anulación masiva de votos para diputados; el chorreo en ausencia de nuestros representantes, también para cerrar esas contabilidades, etc., etc., fueron llevados a cabo, impunemente, única y exclusivamente por el exceso de buena fe de nuestros delegados. Y la culpa no debe atribuirse a quienes ahí sirvieron, como lo hacen algunos partidarios apasionados, sino a quienes dirigimos el proceso electoral todo, y a quienes establecimos las prioridades en el servicio de voluntarios. Por exceso de confianza, dimos mayor importancia a transportes, comunicaciones y otras actividades, que al nombramiento de miembros de mesa y fiscales; y el resultado fue que se cometieron irregularidades por parte de miembros de los grupos de la Unificación. ¿Podríamos así, en última instancia, llevar al país a un caos cuando si se nos robaron votos fue en definitiva por culpa nuestra? Fracasamos por nuestro optimismo sobre las instituciones de Costa Rica, y después de 18 años llegamos a la triste conclusión de que hay que empezar de nuevo la lucha por la limpieza electoral en Costa Rica. Esto se ha debido a que, optimistamente, descuidamos la vigilancia permanente sobre las instituciones de Costa Rica, para abanicarnos sobre lo que hemos hecho, y sobre esta pretendida Suiza centroamericana, ejemplo de las democracias de América. La única salida, de inmediato, es iniciar la tarea de reconstruir el sistema electoral, y reconstruir la organización interna de los partidos democráticos, sobre todo del nuestro, para evitar que el germen de corrupción electoral que se inició en estas elecciones, se propague y contamine todo el sistema, como sucedió en Costa Rica antes de 1948. No es desconociendo un fallo y llevando al país al caos como se logra ese propósito, sino manteniendo la lucha -cada vez con más vigor- por la pureza electoral. Aceptamos el fallo, pero también aceptamos el reto que ese fallo lleva implícito, de iniciar una lucha desde la oposición por obtener garantías electorales de instituciones, de procedimientos y de hombres, y (que) desgraciadamente para el país, en esos tres campos ha fallado nuestro sistema electoral. Por suerte en el campo de los funcionarios -que fue el más delicado en otras épocas- son contados los que demostraron y demuestran día a día una parcialidad política inadmisible; lucharemos para que quienes, por esa parcialidad, se acercaron al delito en estas elecciones, no estén presentes en los organismos electorales por mucho tiempo. En cuanto a instituciones y procedimientos, trataremos de obtener -de común acuerdo con los otros partidos democráticos- las reformas constitucionales y legales necesarias para mejorarlas, y para hacer más eficiente el sistema electoral, de manera que resguarde eficazmente nuestros derechos de ciudadanos. Cosas tan simples como la aplicación estricta de la ley en cuanto a la inscripción de partidos, como el color distinto para las tres papeletas, o como las tres urnas para esas mismas tres papeletas, hubieran evitado al máximo el fraude electoral cometido. Pero la debilidad de los funcionarios electorales y nuestro exceso de confianza fueron poco a poco abriendo las puertas a quienes desde hace muchos años, soñaban con volver a probar su inteligencia tarada, en la búsqueda de formas de burlar la voluntad política del pueblo de Costa Rica. Han logrado su propósito. Ya eligieron presidente y se frotan las manos esperando la recompensa a sus talentos. Ya Costa Rica los conoce y, en una sociedad libre, ellos mismos se encargan de acusarse, haciendo ostentación de sus actos. Ellos le han declarado la guerra a la honestidad electoral. Con gusto aceptamos el reto y empezamos a prepararnos, como en otras épocas, para dar esa batalla.
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Hubo fraude electoral. Hubo exceso de confianza de la dirigencia de mi partido. El fraude pudo ser detenido. Reiniciamos la lucha, con las armas que da nuestro sistema democrático, por evitarle otro 1948 a Costa Rica.
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Quienes predican le violencia en el campo electoral no se dan cuenta de que Costa Rica no puede ni debe iniciar la propia destrucción de sus valores. El día que los dirigentes políticos de mi país, como es costumbre en países hermanos, crean que las armas valen más que las ideas, se acabó la democracia costarricense. Y para quienes hemos luchado por ella desde nuestra juventud, es imposible admitir la solucicín de la fuerza -salvo en el caso extremo de la rebelión popular contra quienes impidan el ejercicio democrático, y contra quienes irrespeten la Constitución y les leyes. A pesar de los reveses de los últimos días, he considerado, desde la noche del 6 de febrero, más grave el irrespeto a un fallo electoral, que el vacío de poder que deberá vivir Costa Rica los próximos cuatro años. Después de todo parece que a una gran cantidad de costarricenses les gustan más la calumnia, la injuria y el escándalo, que le exposición de ideas y de programas en una campaña electoral. Y no se les pueden suministrar programas, a la fuerza, como si fueran medicinas, sino tener la paciencia de que mentes todavía apasionadas, se vayan dando cuenta poco a poco de la infamia, y del engaño de que les hicieron víctimas para arrancarles sus votos y detener nuestras ideas. En una democracia no se puede jugar con la fuerza, porque las armas que momentáneamente aparentan servir, son las mismas que destruyen nuestro sistema de vida, en definitiva. Y no hay un costarricense, creo yo todavía, con excepción de unos cuantos aventureros escandalosos, que quiera solucionar los problemas nacionales a balazos. En cuanto a mi se refiere, no cambio por nada en el mundo la tranquilidad en mi hogar, y la satisfacción de sentirme garantizado y libre como ciudadano. En cuanto a honores, ya recibí el más grande de mi vida, que fue el de saber que contra la calumnia, y contra la infamia, la mayoría del pueblo de Costa Rica aceptó mis ideas y aceptó mi persona como su dirigente. No se debe hablar de golpes, ni de armas, ni de aventuras. Ahora se debe hablar de Costa Rica, por encima de nuestra amargura, o de nuestra indignación justificada.
Pensemos primero, qué es lo mejor para el país. O aun más exactamente, pensemos qué es lo menos malo ahora, y llegaremos a la conclusión, de que lo menos malo -con todo lo que nos tocará trabajar de más- es aceptar el fallo que declara presidente al señor Trejos, y seguir luchando porque Costa Rica avance, a pesar de la debilidad del próximo gobierno.
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Otros compañeros, al otro extremo, querían que desde la noche de elecciones enviara yo un telegrama de felicitación al señor Trejos. Yo no podía hacerlo. En primer lugar el sistema electoral de Costa Rica es tan imperfecto que, cuando la elección es muy ajustada, como fue el caso el día 6, unos telegramas con errores pueden cambiar el resultado final, y el sistema electoral y el escrutinio son tan anticuados y lentos, que no es sino semanas después que se puede saber con exactitud quién es el presidente electo.
Cuando los márgenes son muy grandes, como fue la elección pasada de 1962, sí cabe el gesto, y a pesar de eso ninguno de los vencidos: Calderón, Ulate y Obregón, envió su felicitación al señor Orlich. En segundo lugar, y quiero que se entienda muy bien mi posición, después de la mentira y de las infamias que patrocinó el señor Trejos, no caben pretendidas poses elegantes entre él y yo. Yo no tengo por qué admitirle a un hombre que se dice educador, por más elegancia de mi parte que fuera posible, que permita a su partido tanta bajeza y tanta ignominia como propalaron. Yo nunca he sido hipócrita ni con mis amigos ni con mis enemigos. Yo admito en toda campaña, excesos en la propaganda; y desde ahora doy excusas a quienes pudieran sentirse mortificados con la nuestra. Pero los excesos que se vieron en esta campaña pasada, que envenenaron aun a los niños hasta extremos todavía insospechados y que los llevaban a llamarnos comunistas y ladrones, no son más que la falta de carácter de quien era el jefe de la Unificación Nacional.
A pesar de esa posición personal, yo hubiera olvidado todo si así me lo solicitaban los comités de mi partido, pero fue lo contrario. Cuando presenté esta posibilidad -entre muchas- a consideración de mis compañeros, se me pidió no hacer poses de elegante, mientras el señor Trejos en forma pública, no aclarara las injurias. Desde ahora, con firmeza, empezamos otra etapa en nuestra lucha, y un mensaje de felicitación hipócrita y calculado, vendría a debilitar la posición que anunciamos a partir del 8 de mayo de 1966.
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Por las razones apuntadas, no creemos en el irrespeto a las instituciones, ni creemos en los abrazos falsos. Perdimos la elección presidencial por menos del 1% del voto, contra los millones de unos cuantos que impulsaron la mentira, el fraude, la compra de votos, la negociación con los comunistas, y aun el irrespeto religioso, para detener el progreso de Costa Rica, y llenar más sus bolsillos a costa de los costarricenses. Vamos a ver si esos señores y si el señor Trejos, pueden cumplir las promesas que hicieron en campaña electoral. Como partido mayoritario, los liberacionistas estaremos vigilantes para que el señor Trejos cumpla con los programas de gobierno que prometió en la campaña, y con los que obtuvo los votos para presidente. Nuestra Comisión de Planes, a la par que preparó los programas que expusimos al país, recopiló las ofertas del profesor Trejos y de sus dirigentes en campaña, y la nueva fracción parlamentaria que iniciará sus labores el 1 de mayo de 1966 lleva la tesis de que se cumplan esas ofertas del señor Trejos, para que no se engañe impunemente al pueblo de Costa Rica en futuras campañas electorales. El señor Trejos ofreció un presupuesto ordenado y equilibrado, ofreció rebajar impuestos a los campesinos, ofreció no emitir bonos, ofreció no hipotecar a nuestros hijos aceptando empréstitos, ofreció regalar parcelas a los colones del Itco y viviendas a los inquilinos del Invu, ofreció no elevar el costo de vida, ni devaluar el colón, etc., etc. Todo eso es lo que esperamos de su gobierno y, como oposición responsable nos encargaremos de que el Profesor cumpla su palabra. Asimismo seguiremos luchando por las ideas que expusimos en campaña, tratando de que se lleven a cabo los objetivos de nuestro programa, y evitando que el vacío de poder del próximo gobierno haga daño a la empresa nacional o haga daño a las instituciones. Trataremos de que un país con el Poder Ejecutivo en manos de muchos partidos, pueda seguir avanzando en su lucha por la producción y por la justicia social, y de que poco a poco su estructura política se vaya adecuando a las necesidades cada vez más grandes de nuestro desarrollo económico. Para poder coordinar nuestra labor con la administración pública esperamos que el señor Trejos nombre técnicos y empresarios en los puestos ministeriales, y no políticos ambiciosos que le vengan a enredar más su presidencia.
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Un país con los retos que tiene Costa Rica necesita un gobierno dinámico y definido. Un sector del país, envenenado por la propaganda política, no lo quiso tener, y nos envió a la oposición. Desde ahí seguiremos luchando porque la empresa privada nacional pueda ir mejorando y creando más y más empleos, mejor remunerados. Claro está que la tarea, para nosotros, es casi imposible, pero no le tenemos temor a los imposibles y mientras en palacio se divierten, jugando a la política, para ver quién obtiene qué en el festín, nosotros lucharemos más y más a partir del 8 de mayo para que el país no se detenga. Que se queden ellos con los honores, obtenidos con la calumnia, que nosotros nos quedaremos con la lucha. Que se queden ellos con el oropel y el halago servil, que nosotros seguiremos adelante por una Costa Rica en que sonamos, y que hemos visto crecer poco a poco, de acuerdo con nuestros sueños.
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En los países democráticos más desarrollados en su vida institucional, la oposición juega un papel tan importante como el gobierno, y una oposición responsable es la mayor garantía que tendrán las instituciones nacionales, a partir del próximo 8 de mayo. Estamos listos para ir a cumplir ahí nuestra tarea y evitar, con nuestra acción, que los gérmenes de corrupción y atraso que se pueden ya diagnosticar, vayan a frenar el impulso de cientos de costarricenses que en la actividad privada y pública están luchando porque el país mejore. Una actitud irresponsable de nuestra parte, y el país se hundiría en el caos, del cual sacan ventaja los sonrientes comunistas. Parece una paradoja, pero así ha sido en la historia reciente: cada vez que hay caos político en el país, es a Liberación Nacional a quien le toca evitar el desastre. Sólo la acción vigilante de la fracción parlamentaria de Liberación Nacional, de 1958 a 1962, pudo evitar que el grupo oligarca (que manipulaba a Echandi) se saliera con la suya y atrasara aún más al país. Y por los vientos que corren, ese mismo grupo va ahora a tratar de pasarle la cuenta al Profesor, por los millones que le dio para la infamia y el fraude, y a tratar nuevamente de que el país destruya le reforma que ha hecho posible nuestro pequeño mejoramiento. La lucha por el poder es clara. La Unificación se movió con el dinero de un grupo, con el veneno de otro, y con la masa de otro. Los tres quieren ahora el poder, y aparentemente, como lo preveíamos, quien paga la música manda el baile, y al Profesor le tocará bailar con los del dinero grande. Y es ahí donde la actitud combativa nuestra, en todos los frentes, será una vez más la que garantice que el país no volverá atrás.
En el curso de los últimos días de la campaña se hicieron serios cargos contra mi partido, de estar aliado con el comunismo internacional. El resultado electoral, distrito por distrito, puede perfectamente aclarar a los costarricenses si se rompió el viejo pacto con el calderonismo, por parte de los comunistas, o si, como lo demuestra el voto, se mantuvo la vieja alianza de 24 años. En todo caso si se estudian cuidadosamente las tácticas del comunismo internacional, se puede ver claramente que a ellos lo que les interesa es el gobierno democrático más débil posible, para evitar que la democracia pueda demostrar su eficiencia en la solución de los problemas sociales de la época; y fue evidente, en estas elecciones, que tanto los discursos del señor Mora, como la actividad de los principales comunistas, como el voto masivo de sus partidarios, buscaban el mismo fin: crear una situación difícil a la democracia costarricense para que no pueda solucionar los problemas más urgentes del país. Un gobierno dominado por tres partidos antagónicos, en que el jefe del Poder Ejecutivo no tiene nada que decir sino los jefes de esos partidos, es la situación de estancamiento más adecuada para que se agraven los serios problemas que tiene Costa Rica. Por eso los comunistas están ahora abiertamente felices con el triunfo electoral del señor Trejos y esperan pacientemente -como lo han hecho por muchos años- la oportunidad de usar sus agentes provocadores -entrenados en países comunistas- para convertir las crisis normales de un país en crecimiento, en crisis violentas que puedan favorecer su consigna de destruir la democracia costarricense. Al Gobierno de Cuba, y a los gobiernos comunistas en general, no les conviene que en la América Latina haya gobiernos progresistas y eficientes, porque su propaganda cae en el vacío. Para avanzar sus teorías y su dominio, necesitan caos y necesitan repetir que la democracia no sirve a los países poco desarrollados. Por eso no toleran, como en el caso de Venezuela, gobiernos democráticos eficientes, y por eso -como lo comprenden los conocedores de la estrategia del comunismo internacional- hicieron aquí el juego a una coalición de partidos sin ideas y sin fuerza, que detuviera la marcha de los programas que apenas se iniciaban en Costa Rica, con la ayuda de otros países democráticos. Va a ser interesante ver a quienes se consideran anti-comunistas, en defensa de sus intereses, dentro de poco tiempo, cuando se den cuenta de la trampa en que cayeron. La propaganda infame de la Unificación, dirigida por el sector echandista y bendecida por el señor Trejos, se encargó de hacer creer al país que Liberación Nacional era el partido que podría dar entrada al comunismo internacional en nuestro país. Y esto lo hacía, cuando otro sector de la Unificación, el calderonismo, tal como lo había hecho repetidamente desde 1942, negociaba los votos de los comunistas, aparentando públicamente una ruptura del Bloque de la Victoria (como se llama el pacto caldero-comunista de 1942). Hasta distinguidos personeros de la Iglesia, en varios lugares del país, actuando en forma individual y contra las disposiciones terminantes de los obispos, usaron su investidura para engañar votantes campesinos diciéndoles que votar por Liberación Nacional era votar por el comunismo. Por cierto que esa conducta poco prudente ha traído serios problemas en varias comunidades, que resienten esa conducta. Las relaciones de nuestro partido con la Iglesia han sido siempre cordiales y estrechas, u una gran mayoría del clero nacional simpatiza con las tesis nuestras, inspiradas en doctrinas social-cristianas desde que se fundó nuestro partido. Las molestias pasajeras ocasionadas por la pasión política no van a debilitar nuestras relaciones con quienes momentáneamente llegaron a extremos inconvenientes en el ejercicio de su misión espiritual, sobre todo porque ahora más que nunca las fuerzas democráticas todas, por encima de campanas electorales, deben unirse para dar la lucha por la defensa de nuestras instituciones y de nuestros valores espirituales. Yo espero, con toda confianza, que poco a poco las pasiones bajen, las aguas vuelvan a su nivel, y los costarricenses podamos darnos cuenta por igual, de la gravedad que significa el uso de la mentira y de la infamia en una campaña política.
Durante la campaña política pasada anuncié que si era electo, trataría de gobernar con representantes de los diversos grupos políticos, en un gobierno de unidad nacional. Siempre he creído que, por más infame que fuera la campaña de propaganda de la Unificación, había en los partidos que nos antagonizaban, elementos serios y ponderados que si bien no comparten nuestras ideas son garantía para el país por su interés por los problemas nacionales, y por el mejoramiento de Costa Rica. Cuando yo acuso a la dirigencia de la Unificación de calumnia y fraude, no lo hago trasladando el cargo a todos los partidarios de esos grupos, sino a individuos en particular. Tengo informes concretos de Guadalupe y de Liberia, para citar únicamente dos casos de muchos conocidos, en que un alto dirigente político del partido Republicano y un empresario poderoso del partido Unión Nacional devolvieron a sus respectivos presidentes de mesa electoral las papeletas presidenciales recibidas, que eran dos, y pidieron categóricamente que se les diera las tres papeletas del caso. Mucho se ha avanzado en conciencia política en Costa Rica, y creo que hubo también muchas personas que votaron en dos papeletas presidenciales, sin darse cuenta cabal de lo que hacían.
De acuerdo con los escrutinios realizados en el Tribunal Supremo de Elecciones, los partidos de la Unificación obtuvieron 18 diputados para el partido Republicano, 8 para el Partido Unión Nacional, y 2 para el partido Unión Cívica Revolucionaria, o sea tienen un total de 28 representantes, lo que es minoría aun suponiendo que se mantengan unidos. Nuestro partido obtuvo 29 diputados, lo que le da mayoría en la Asamblea Legislativa. La situación del país entra así en crisis por los próximos cuatro años, ya que el poder Ejecutivo pertenece a seis partidos que se sienten con derecho a disfrutar de él, y el Poder Legislativo estará dominado por la fracción parlamentaria de un solo partido. Asimismo, las municipalidades de casi todos los cantones en el país, tienen mayoría para nuestro partido. Suponiendo que no hubiera habido fraude electoral, el país quiso así dar la presidencia a la coalición de partidos, pero los frenos y limitaciones dejarlas en manos del Partido Liberación Nacional. Si el Presidente de la República desea poner por encima de sus limitaciones el interés nacional, podrá encontrar que mi partido (desde la oposición) estará siempre dispuesto a escucharlo. Por el contrario, si hace caso a sus consejeros voraces que andan ya repartiéndose el Estado y hablando de irrespetar la Constitución y las leyes, encontrará en definitiva el mismo destino que encontró su partido en 1948. Quienes hablan del irrespeto a las instituciones autónomas, al Servicio Civil, a las leyes de administración financiera, lo que están haciendo es colocar al señor Trejos en una muy triste posición. Liberación Nacional tiene la convicción de que Costa Rica no tolerará arbitrariedades, en la misma forma que no tolerará una guerra de poderes que al único grupo que puede favorecer es a los que desean destruir nuestro sistema democrático, por aventurerismo o por consigna internacional dictada de La Habana.
Quiero agradecer en nombre de mi partido y mío propio, el apoyo que nos dieron en las elecciones personas que habían militado en otros partidos en el pasado. Su presencia al lado nuestro, luchando por ideas y programas, nos llenó de entusiasmo y de fe, y estamos seguros del incalculable valor que representan para nuestras luchas del futuro.
Este mensaje de respeto a las instituciones y a los tribunales, estemos o no estemos de acuerdo con sus decisiones, va por igual a todos los sectores del país, cualesquiera hayan sido sus colores políticos en el pasado y cualesquiera sus ocupaciones actuales. Nada podría ser más dañino para Costa Rica que la zozobra y la indefinición. El señor Trejos fue electo presidente de Costa Rica, por el fallo inapelable del Tribunal Supremo de Elecciones, y durante cuatro años él será el Presidente de Costa Rica. Si alguien quisiera atentar contra esa credencial, y yo estoy todavía en actividad política, pediría a mis amigos ponerme a las órdenes del gobierno, para defender esa investidura. Y por eso me dirijo a quienes aguantaron la ola de infamias y se mantuvieron a nuestro lado, y también a quienes dudaron y llegaron a creer la calumnia de la Unificación. A unos y otros, les pido altura para que nadie detenga sus labores en el país. (Que no haya un solo obrero que pierda su ingreso, por esas mismas razones. Que no haya campesinos sin trabajo, por la incertidumbre o el)…
DANIEL ODUBER (1921-1991). Presidente de la República de 1974 a 1978.
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