Dr. Fernando Zamora Castellanos
En días pasados se ha celebrado el 65 aniversario del PLN y 68 de la Segunda República. Cuando la patria los vio nacer, Costa Rica carecía de modelo energético, y esa matriz dependía de transnacionales que reducían a simple negocio comercial nuestras necesidades de energía. En ese campo, nuestra nación era una geografía electrificada con petróleo por la Electric Bond and Share, y a duras penas, en las principales cabeceras de provincia. Con la II República, surge el ICE, y años después RECOPE. El primero fue el responsable de que las comunicaciones y la energía eléctrica llegaran hasta el último rincón de nuestra geografía, y de que en el 2015, el 99% de la energía producida por nuestro sistema eléctrico provenga de fuentes renovables. Respecto de RECOPE, pese a que en los últimos años su labor se ha limitado a garantizar la distribución e importación de hidrocarburos, recientemente se ha dirigido a establecer, en alianza con el Instituto Baudrit, una planta experimental de biodiesel en el plantel El Alto. Allí desarrolla tecnología de producción con higuerilla y jatropha, entre otras posibilidades. De hecho, se establecen instalaciones de almacenamiento y dosificación de producto para la puesta en marcha de mezclas de hidrocarburo con etanol y biodiesel. El embrión de lo que debería ser su futuro. Ahora bien, el desafío de las nuevas tecnologías energéticas, obliga a ambas entidades a adecuarse a las nuevas circunstancias mundiales, o perecer. La modernización de ambas debe ajustarse al guión que el desarrollo y las necesidades mundiales exigen.Así, ser el motor de un programa energético nacional, es el sueño superior y el papel en el que el ICE y RECOPE deben concentrarse. En el caso de RECOPE, el guión mundial impone el paso desde los combustibles fósiles hacia las energías limpias, por lo que su desafío será reinventarse, desde una inexistente refinadora y actual distribuidora de hidrocarburos, hacia una «Empresa costarricense de combustibles» (podríamos distinguirla con las siglas similares ECOBE), que desde ya amplíe su oferta de servicio público a la adquisición de biomasa para producir combustible no derivado de fósiles, siendo energía renovable y ambien-talmente amigable. Un posible ECOBE, tendría que nacer para impulsar la revolución agroindustrial de la biomasa, e iniciar la ruta hacia la libertad del chantaje petrolero, lo que provocaría un ahorro de divisas mucho mayor a los mil millones de dólares anuales. Tal ahorro permitiría que los recursos financieros se mantengan circulando en nuestra economía interna, estimulando un efecto multiplicador. Al mismo tiempo, la responsabilidad del Estado nacional es la inmediata instauración de un modelo de sustitución de importación petrolera, en función del uso tanto de bio combustible, como de energía eléctrica en el parque automotriz. Pero para hacer posible dicho modelo de sustitución de importaciones, éste debe responder a un programa nacional de energía y una agenda consecuente. Por ejemplo, en el caso del desarrollo de los biocombusti-bles, el nuevo ECOBE esencialmente sería responsable de establecer las metas de un plan nacional agroindustrial de producción de biomasa, con un calendario de producción y compra masiva de ésta, sustituyendo así, gradual pero sostenidamente, la importación petrolera por biocombus-tible y electricidad hasta la casi total extinción de la importación de petróleo en un plazo calendarizado. Vale advertir que en esta nueva posibilidad no se debe pretender ampliar el monopolio, no solo por la dificultad legal implícita en ello, sino porque significaría un retroceso que limitaría el desarrollo de la actividad. Si RECOPE, -o más bien el nuevo ECOBE-, logra tomar ese rumbo, justificaría de sobra su costo operativo.
Ahora bien, en el caso del ICE, ¿cuál guión impone el mundo a la entidad? Según estadística compartida con Rolando Araya Monge, -uno de los costarricenses más acuciosos en el tema- el costo de un KW de potencia de una celda solar anda en una cifra aproximada a los $300 (hidro 4500). Las estimaciones proyectan que ese costo de celdas será de $150 dólares en un lapso cercano a los dos años, $75 en cuatro, y $18 en aproximadamente ocho. En más de diez años, el costo se acercaría a los $4 dólares. Virtual-mente electricidad gratuita, por lo que se puede tener una capacidad instalada de diez o veinte veces la necesaria, y compensar sobradamente las horas sin sol. Aún más, como bien lo ha señalado el experto en temas de energía Ricardo Solera, la competencia más disrupliva pata el ICE -y las empresas distribuidoras-, es la llamada «generación distribuida», donde el consumidor generará su propia electricidad sin necesidad de utilizar redes de transmisión y distribución, modalidad que en Norte América y Europa ya ha hecho perder gran parte del valor de las empresas eléctricas centralizadas. Muy similares al ICE por cierto. Y no hay porqué dar por sentado que a nuestra institución no le pueda afectar esta tendencia del mercado tecnológico. La respuesta ha consistido en iniciativas que. aunque bien intencionadas, son insípidas; por ejemplo la decisión de convertir al ICE en una empresa de construcción de obra. El tiempo apremia, y es indispensable responder a la emergencia que impone esta implacable revolución de la tecnología energética. En primer término, el ICE debe acelerar su paso en el desarrollo de infraestructura de energía solar. No debe esperar a que sean sus competidores transnacionales los que, súbitamente, llenen el espacio que tal tecnología está abriendo en el mundo, y que indefectiblemente nos alcanzará. Por otra parte, el ICE debe ser consciente que, gracias a su meritoria labor en el desarrollo de la energía hidroeléctrica, y con el costo marginal cercano a cero de la energía eléctrica de fuente solar, podríamos estar a las puertas de una futura abundancia ruinosa de energía hidroeléctrica. Para sostener nuestra millonaria inversión en infraestructura hidroeléctrica, y evitar que después de tanto esfuerzo las represas se conviertan en piezas de musco, el ICE debe ultra estimular la demanda eléctrica en detrimento de la petrolera. Para compensar el desequilibrio por sobreoferta de electricidad, el ICE debe concentrarse desde ya en promover medidas para aumentar la demanda eléctrica futura. ¿Cómo? presionando seriamente por ejemplo, en favor de leyes y decretos que provoquen que una parte importante del parque vehicular del país sea eléctrico.
Secretario General Partido Liberación Nacional
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