Daniel Oduber en el corazón agradecido de la patria

DANIEL ODUBER
EN EL CORAZÓN AGRADECIDO DE LA PATRIA

Daniel Oduber

(Palabras pronunciadas por Marcelo Prieto Jiménez,
en el homenaje de la Instancia Socialdemócrata a los
fundadores del Partido Liberación Nacional, el 11 de
mayo del 2004 en el Auditorio Cooperativo
«Luis Alberto Monge»)

Compañero Luis Alberto Monge, querido ex-presidente de la República, guía y maestro de múltiples generaciones de liberacionistas, padre político de todos los miembros de la Instancia Socialdemócrata; su gobierno salvó a Costa Rica y a nuestra democracia. Muchas gracias.

Don Lalo Gámez: mentor de juventudes, quijote incansable en la lucha socialdemócrata por consolidar la educación como el mejor instrumento de cambio social.

Don Alfonso Carro: maestro en el aula y en el Partido, guía fundamental en la Academia y en la lucha social y política, baluarte de los ideales socialdemócratas.

Don Jorge Rossi: exitoso y coherente empresario socialdemócrata, distinguido precursor de la lucha permanente por la democracia interna del Partido.

Compañeros del Comité Coordinador de la Instancia Socialdemócrata.

Compañeros y compañeras de Partido:

Hace tres días, el 8 de mayo del 2004, se cumplieron 30 años del momento histórico en que Daniel Oduber tomó posesión de su cargo como Presidente de Costa Rica. Llegaba así a su apogeo un esfuerzo político personal, constante y sostenido, emprendido por Daniel desde hacía décadas en beneficio del pueblo de Costa Rica, caracterizado ese esfuerzo por una sistemática lucha en defensa de la consolidación, la ampliación, el desarrollo y el fortalecimiento de la democracia, concebida por él como un concepto ineludiblemente ligado al socialismo. En un documento señero, los «Apuntes para un Congreso Ideológico del Partido Liberación Nacional», de 1968, insistía Daniel en que los conceptos de socialismo y democracia eran inseparables en el mundo de hoy, y puntualizaba que el socialismo moderno no combatía la propiedad privada, sino que pretendía generalizarla, para así «limitar los abusos de poder de quienes quieren enriquecerse empobreciendo grandes sectores de la sociedad».

Para Daniel, la misión de los socialdemócratas costarricenses, la misión histórica del liberacionismo, era precisamente «…sentar las bases de una democracia moderna de participación total, que señale un marco jurídico claro a la economía del país, que garantice la propiedad justa y eficiente, y que permita la distribución adecuada del producto del trabajo nacional«.

Esa preocupación constante por la democracia, como ruta y como destino, como fin y como medio, como objetivo ideal y como herramienta política, jamás abandonó a Daniel Oduber Quirós a lo largo de su toda su fructífera vida política. Ya lo veamos en sus actuaciones como diputado, ya en su gestión como Secretario General del Partido Liberación Nacional, ya en su brillantísima actuación como Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno del presidente Orlich, ya en el ejercicio de su incuestionable liderazgo nacional como Presidente de la Asamblea Legislativa, o ya lo veamos en las actuaciones políticas del final de su vida, como Presidente del Partido o como Presidente del Directorio Político, en todos los ámbitos de su quehacer, vemos a Daniel siempre comprometido en una permanente defensa de la democracia. Sostenía que, por nuestra trayectoria histórica, la democracia era consustancial con los valores espirituales del pueblo de Costa Rica, y postulaba la tesis de que a lo largo de nuestra vida nacional se había ido definiendo y consolidando lo que -en su último libro, sobre las «Raíces del Partido Liberación Nacional»-, denominó con acierto «el modelo costarricense de desarrollo económico y social».

Ya en una de sus obras iniciales, el libro en que recoge artículos y discursos de la campaña electoral de 1966, había dicho:

La tesis nuestra es la de que solo la democracia, solo los valores espirituales del pueblo de Costa Rica, solo el respeto a la dignidad humana, son capaces, bien utilizados, de terminar con la injusticia social».

Su tesis democrática profunda la vemos expuesta ya en abril de 1960, en un artículo que produjo entonces enormes repercusiones, publicado en el número 9 de la Revista Combate, bajo el título de «Dictaduras, Imperialismo y Democracia», firmado conjuntamente con Luis Alberto Monge. Decían con firmeza Daniel y Luis Alberto en ese valiente documento:

…las instituciones políticas de cada país, cualesquiera que ellas sean, deben tener una base común: deben ser democráticas. Lo que queda de esa palabra, después de cien años de ensayos y realizaciones, es la clásica definición de Lincoln: un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Lo demás es secundario…A juicio nuestro -continuaban diciendo Daniel y Luis Alberto- el deseo común que une a pensadores y masas latinoamericanas es que se gobierne para el pueblo y no se siga gobernando para grupos privilegiados o compañías inversionistas…»

La actualidad de este reclamo, planteado hace cuarenta y cuatro años por Daniel y Luis Alberto, es evidente para todos nosotros, y nos lo ha recordado con toda crudeza el Premio Nobel de Literatura José Saramago, en entrevista reciente, al afirmar que los gobiernos que nosotros elegimos «no son más que los comisarios políticos del poder económico y financiero».

Daniel insiste en esa tesis en los «Apuntes para un Congreso Ideológico del Partido Liberación Nacional», ya citado, al afirmar:

El afán que caracteriza a nuestro siglo es el de poner los recursos estatales al servicio de la emancipación de las mayorías desposeídas, mayorías que, dicho sea de paso, no lograron nunca mejorar su condición económica y cultural durante el período en que (con libertad económica absoluta como insignia), los grupos más poderosos económicamente creyeron haber heredado los privilegios y exclusividades de las aristocracias derrocadas por la Revolución Francesa, y lograron convertir a los recién nacidos Estados republicanos, en meros vigilantes y protectores de cuantiosos intereses».

Contra esa falsa democracia, vacía de todo contenido social real, se levantó durante casi cincuenta años de vigorosa vida política, la voz autorizada y la acción decidida de Daniel Oduber Quirós, siempre al servicio de un solo propósito: el fortalecimiento de la democracia real e integral: política, económica, social y cultural, como medio y condición para el mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo costarricense.

Pero cuando la concepción democrática de Daniel Oduber adquiere toda su trascendente dimensión, y cuando se sienten en el país con toda su fuerza los efectos de un planteamiento democrático firme y serio, sin concesiones ni palanganeos, es sin duda durante los cuatro años de su Gobierno. Ya en su mensaje inaugural, el 8 de mayo de 1974, lo anuncia sin titubeos:

Todo el sistema político y fiscal de la Nación debe dirigirse a que el ingreso acumulado se revierta para producir más trabajo y más riqueza, y para abrirle paso a más y más costarricenses al nivel de vida propio de la clase media»

Y a eso se dedica día y noche, trabajando en todos los ámbitos de la gestión pública, llevando con mano firme el timón de un gobierno inolvidable para el pueblo costarricense, por las conquistas que logró en su beneficio. Esta convencido del papel esencial del Estado democrático moderno, el Estado Social de Derecho, en esa inmensa tarea de transformación social, mediante los instrumentos de la política fiscal y económica, la política de salarios y la política social y laboral general. «Un Estado que no tenga ese poder no es un Estado moderno», afirmó, convencido como estaba que: «…donde el conservatismo costarricense ve interferencia con la actividad de algunos empresarios, nosotros vemos gestión gubernamental en favor de la mayorías».

El 8 de mayo de 1974, Daniel se arrolló las mangas y puso a su Gobierno a trabajar. En cuatro años logró un aumento impresionante del desarrollo económico y social: duplicó los ingresos por exportaciones, triplicó el saldo de reservas monetarias, triplicó el crédito al sector productivo. Universalizó el seguro de cosechas, fortaleció financiera e institucionalmente al ITCO, e impulsó una vigorosa campaña de crecimiento agrícola, mejoramiento rural y desarrollo agrario. Distribuyó más de 45.000 hectáreas en programas agrarios, e impulsó decididamente el proyecto de riego de Moracia, con una concepción claramente agrarista. Impulsó la participación del Estado en proyectos esenciales para el desarrollo económico, y logró romper el monopolio cementero privado y el oligopolio en la producción e importación de fertilizantes. Recuperó para el Estado el control de la distribución de combustibles, y luchó sin descanso para fortalecer un sector de industria mediana y pesada, en manos de empresarios nacionales.

«El verdadero fin de nuestros esfuerzos no es la riqueza, sino el hombre«, había dicho en la campaña electoral de 1966, y por eso su Gobierno también se volcó de lleno al impulso de programas de desarrollo social. En diciembre de 1974 logró la aprobación de la ley de Asignaciones Familiares, y en febrero de 1975, la aprobación de la Ley de Protección al Consumidor.

Gobernar es estar junto a los que más necesitan, no a la par de los que todo lo tienen. Gobernar es buscar los medios de dar ayuda a los pueblos que no tienen el mínimo vital que otros sí tienen», dijo en la inauguración de una guardería en Cinco Esquinas de Tibás».

Sostenía que en Costa Rica existían dos mundos, el de las ciudades y el de los campos, y que su gobierno estaba decidido a acabar con esa injusticia, porque «la lucha contra el tugurio no se lleva a cabo en la ciudad sino en el campo».

En esas concepciones democráticas se fundamentaba el compromiso de Daniel con la educación, con la salud, con la niñez. «En mi Gobierno, todos los costarricenses tienen derecho a la educación, a la nutrición y a la salud», dijo en un acto en La Florida de Tibás. Y lo cumplió: estableció la pensión no contributiva de la Caja, consolidó la unificación hospitalaria, y mediante la ruptura de topes, logró el más importante avance en la universalización del seguro social, desde su creación: en los cuatro años de su gobierno, los costarricenses asegurados pasaron de seiscientos cincuenta mil a casi dos millones. Creó 330 puestos de salud rural, y en cuatro años disminuyó la tasa de mortalidad infantil a la mitad. En el mismo período, los programas impulsados por Daniel prácticamente acabaron con la desnutrición infantil en Costa Rica: en 1974, 16.000 niños comían en comedores escolares; cuando entregó el poder, 505.000 personas, entre niños, madres embarazadas y lactantes, recibían de una a dos comidas completas al día. Su compromiso con la niñez era absoluto: «Dar una botella de leche al niño de la costa y al de la montaña que no conocían ni el nombre del producto, es una verdadera revolución», afirmó en un discurso por televisión en el segundo año de su Gobierno.

Igual de intenso fue su esfuerzo por la educación: su Gobierno construyó 40 colegios, 52 gimnasios estudiantiles y 1700 aulas escolares, y proporcionó 1600 hectáreas de tierra a los colegios agropecuarios. En su administración, duplicó la capacidad instalada de los servicios educativos del Estado. Promovió la Comisión Nacional de Rectores, fortaleció la Comisión de Préstamos para la Educación, promulgó la ley que creó la UNED y la televisión educativa, y distribuyó 340.000 libros en 1450 bibliotecas de escuelas rurales de todo Costa Rica.

Adelantándose a las corrientes ideológicas más modernas, su lucha por la defensa del medio ambiente también fue muy significativa: creó el Servicio de Parques Nacionales, promulgó la primera Ley Forestal, adhirió a Costa Rica a las más importantes convenciones internacionales de defensa del patrimonio natural, ambiental y arqueológico, y promulgó la Ley sobre la Zona Marítimo Terrestre.

Inauguró la «diplomacia de las guayaberas», mediante un contacto permanente y fuera de protocolo con los líderes mundiales, especialmente de América Latina. En la palestra internacional, su gobierno defendió un nuevo orden económico internacional, y respaldó vigorosamente a Torrijos en la lucha por la recuperación del canal de Panamá. El país participó activamente en la Unión de Países Exportadores de Banano, y en la Naviera Multinacional del Caribe, y en todos los foros mundiales, se levantaba la voz autorizada y respetada de Costa Rica para clamar por la defensa, promoción y fortalecimiento de los derechos humanos, en todos los ámbitos y continentes.

Y siempre, su compromiso con los más pobres:

«Cuando yo pedía dinero para el ITCO o para Asignaciones Familiares, o para la reforma tributaria, o para proteger al consumidor, se me lanzaban titulares y crónicas con insultos en los órganos de prensa conservadores. Me atacaban porque había jurado, al asumir la presidencia de la República, que yo ayudaría primero a los más débiles, porque los más fuertes saben siempre defenderse solos«, dijo en un discurso en La Vaca y La Vaquita, casi al final de su mandato.

En medio del cariño del pueblo más humilde y en medio del odio feroz de la oligarquía conservadora, Daniel no se doblegó jamás en su lucha por la democracia social. No lo doblegaron las dos conspiraciones para atentar contra su vida, que se produjeron durante su gobierno, y no lo doblegó tampoco la persecución inmisericorde e injusta que sufrió al final de su vida, por parte de los dos medios de comunicación más poderosos de Costa Rica, puestos al servicio de la oligarquía que no le perdonó jamás su compromiso con los más humildes.

Ya había dicho Daniel, casi al principio de su Gobierno, en setiembre de 1974, en un acto con asociaciones de desarrollo y cooperativas en San Rafael de San Pedro de Pérez Zeledón que: «Lo único que me interesa cuando termine mi Gobierno, es poder llegar ante Uds. nuevamente, con la frente en alto, por haber cumplido mis promesas».

Compañeros: a nada más honroso puede aspirar un político, y por haberlo cumplido, Daniel Oduber Quirós se ganó para siempre el cariño y el respeto del pueblo trabajador de Costa Rica. Era el mismo cariño y respeto que brotaba de los rostros amargados y llorosos de los campesinos y trabajadores, hombres, mujeres y niños humildes, venidos de todos los rincones del país, que el 13 de octubre de 1991 acompañaron a Daniel Oduber Quirós a devolver a la Tierra los elementos que le fueron prestados para constituir su cuerpo físico transitorio.

Y era el mismo cariño y respeto que, con una sonrisa de fraternidad profunda, le brindaron a Daniel esos trabajadores y campesinos que vinieron a despedir su espíritu en el largo viaje que emprendió para ocupar su sitio de honor en el corazón agradecido de la Patria.

He dicho.

Compañeros, muchas gracias.

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