Nosotros y la Internacional Socialista

Rosa

Daniel Oduber Quirós

La Flor, 1 de marzo de 1981

Señor Juan Félix Alpízar
Grecia

Estimado amigo:

Con gusto me refiero a su deseo de tener información sobre la Internacional Socialista y las razones que tuvimos, en Liberación Nacional, para mantener una estrecha relación con ella durante muchos años; primero como observadores y luego como afiliados. Creyendo que la información que solicita es para poder defender mejor las tesis por las que hemos trabajado cuarenta años, pienso que una visión somera de nuestras ideas puede aclarar las relaciones que hemos tenido con esa organización y con los hombres prominentes que la dirigen.

En la década de los treinta

A fines de la década de los treinta nos dedicamos -como estudiantes de derecho- a conocer el pensamiento político de muchos autores. Paulatinamente nos fuimos inclinando hacia aquellos que no sólo defendían el sistema democrático sino que querían mejorarlo y utilizarlo para un auténtico desarrollo social de sus pueblos. Autores ingleses, franceses, latinoamericanos y alemanes nutrieron nuestro pensamiento y nos llevaron a concluir en que la ideas de nuestro tiempo (ya estábamos en la II Guerra Mundial) podrían fortalecerse a través de las experiencias de quienes en Europa habían dado la lucha social por medio de un sistema democrático.

En la guerra se debatían las ideas sobre democracia, nazi-fascismo y comunismo. El comunismo se alió primero con los nazis y luego con los demócratas, pero en todo momento quiso confundir el heroísmo del pueblo ruso con las ideas absurdas de su dictadura stalinista. Los jóvenes de entonces; fuimos categóricos: lucharíamos por la justicia social, pero definitivamente a través del sistema democrático.

Don Ricardo Jiménez había dicho, poco antes de morir, que el mundo debía ir hacia:

una democracia liberal económicamente socialista, una vuelta del hombre a los días felices de la leyenda en que no había tuyo ni mío, sino bienes comunes para la comunidad común… …el país necesita una revolución hacia la justicia. Lo humano… es que el privilegio no exista… …los privilegios de la casta, del dinero, de la cuna, son lesivos a la dignidad humana».

Esta cita la hace Eugenio Rodríguez en su libro «Los Días de don Ricardo» (Editorial Costa Rica, 1971).

Unidos en la búsqueda del camino hacia la justicia social, se formó primero la «Asociación de Estudiantes de Derecho» y después el «Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales». Había mucho que estudiar y conversar, no sólo de política, sino de historia, arte, filosofía, etc. La guerra ponía en crisis las ideas formativas del desarrollo costarricense.

Leer a los revolucionarios mexicanos, a los liberales colombianos a Haya de la Torre, a Franklin Roosevelt, o a Winston Churchill, era apasionante. Pero buscar sus fuentes en Strachey, Bevan Laski, los Webb y en pensadores europeos del siglo XIX, era aún más apasionante. Confirmamos la necesidad de revisión de los conceptos forjadores de las revoluciones francesa, americana y rusa, para llegar a la convicción de que era posible conciliar la doctrina social de la Iglesia con el pensamiento liberal costarricense, sumergiéndonos así en lo nuestro con el objeto de crear nuestra propia socialdemocracia.

Los que van quedando en el camino

Algunos compañeros de entonces no aceptaron este camino y se hicieron comunistas; otros abandonaron el grupo para dedicarse a distintos menesteres. Sin amargura comprendimos que en años futuros otros nos abandonarían. Pero soñábamos y luchábamos porque los conceptos de don Ricardo Jiménez, de don Alfredo González, de Jorge Volio y de Monseñor Sanabria, se hicieran realidad. Creímos posible eliminar la miseria a través de una democracia eficiente, y a eso consagraríamos nuestras vidas. Escribimos cientos de páginas en Surco, Diario de Costa Rica, La Hora, Acción Demócrata, El Social Demócrata, etc. Ahí está nuestro testimonio histórico.

En plena Guerra Mundial iniciábamos ya la lucha por las ideas de la socialdemocracia europea. Nuestro ideal era establecer en Costa Rica una sociedad eficiente, justa y sin miseria. Cuando recorríamos los campos de Grecia predicando el cooperativismo, nos dábamos cuenta de que nuestro campesinado podría ir formándose en ese ideal.

Monseñor Sanabria estimulaba el estudio del cooperativismo y del sindicalismo, ya con la idea de que la lucha frontal al comunismo marxista se debía hacer en Costa Rica, no persiguiendo comunistas, sino convenciendo al pueblo de que en la doctrina social de la Iglesia había una gran fuente de mayor inspiración para eliminar sistemas injustos que impedían el cambio social.

La Cooperativa Victoria -que usted ayudó a formar- nos permitió conocer jornaleros y pequeños productores que esperaban un mensaje de este tipo para superar los vestigios del feudalismo que todavía existían en la mente de los grandes señores de la tierra. Una vez en Grecia -usted debe recordarlo- se me avisó que algunos de esos señores hablaban de golpearnos para que no volviéramos con nuestras prédicas de cooperativismo porque «eso era comunismo».

Las democracias occidentales -aliadas a Rusia- ganaron la II Guerra y entonces se confirmó, aún más, que el sistema democrático tenía que transformarse si quería sobrevivir al nuevo reto que ahora representaba el comunismo totalitario. Quedaba claro que sólo alcanzando un profundo cambio social evitaríamos que nuestros países cayeran en el totalitarismo.

El Partido Social Demócrata

En 1945 fundamos el Partido Social Demócrata, inspirados en la teoría de los pensadores que en Europa y América veían en ese sistema la síntesis de las grandes revoluciones que había vivido el mundo desde el siglo XVIII. Salimos a estudiar y a conocer el mundo: estudiamos cooperativismo, sindicalismo, laborismo, filosofía política, teoría del Estado. Todos estos temas nos preparaban para llevar a la práctica los cambios necesarios para nuestro país.

La Guerra del ’48 significó una gran tragedia, pero sobre ella se impulsaron esas ideas y se levantó toda una doctrina de profundo sentido socialdemócrata. Los decretos-leyes de la Junta Fundadora de la Segunda República, las luchas en la Asamblea Nacional Constituyente, la formación del Movimiento de Liberación Nacional y luego del Partido Liberación Nacional y la Carta Fundamental de 1951, junto con toda la literatura, escritos y conferencias de esos años, muestran claramente nuestra orientación. Tal como se anunció en las montañas de Dota durante la Guerra de Liberación, terminada la lucha contra la mala fe se iniciaría la lucha contra la miseria.

En 1950 se reunió en La Habana la Conferencia InterAmericana Pro Democracia y Libertad. Los lideres de partidos políticos afines de la América Latina, fieles herederos del pensamiento americano, se reunieron con destacados líderes políticos y sindicalistas de los Estados Unidos para continuar la lucha por la democracia, la justicia y la libertad en este Hemisferio.

Se habló mucho de la gran influencia de nuestros pensadores; se mantuvo la línea inquebrantable del aprismo hacia el imperialismo, pero también se pusieron en evidencia las luchas de los comunistas contra los grandes lideres latinoamericanos como Haya de la Torre, Sandino y otros.

En los cincuenta, fundado ya el Partido Liberación Nacional, iniciábamos contactos con la Internacional Socialista que agrupaba los partidos democráticos más connotados de Europa y que por esa época revisaba sus principales postulados. Con sus oficinas en Montevideo mantuvimos contacto permanente, al tiempo que estrechábamos los lazos con partidos afines en los Estados Unidos y en la América Latina, seguros de que únicamente así podríamos realizar permanentemente la revisión y actualización de nuestras ideas. Tuvimos contacto con profesores universitarios, líderes obreros, políticos e intelectuales de Europa y de América, quienes luchaban por terminar con la miseria, con la explotación del hombre por el hombre y con la explotación de un Estado por otro. El cambio social en Costa Rica se lograba con la afiliación de miles de costarricenses -de todos los partidos políticos- al cooperativismo, al sindicalismo y con su participación activa en la política comunal.

En los viajes y estudios realizados nos dimos cuenta de que sólo los países gobernados o impulsados por la socialdemocracia habían eliminado la miseria creando sociedades igualitarias de gran justicia. Cada visita nos confirmaba más en lo que, años antes, sólo había sido una teoría sostenida por nuestro entusiasmo juvenil. Los países grandes, preocupados por su hegemonía política, estaban lejos de crear estas sociedades justas, tocándonos más bien a los países pequeños luchar por alcanzarlas en este siglo. Una democracia política cada vez más fuerte, una democracia económica cada vez mayor y una justicia social acelerada, han sido las metas de estas décadas.

Durante mi Gobierno

A principios de mi Gobierno me encontré con que en Washington no había con quien hablar. Nixon estaba con su Watergate y nos dejaron sin Embajador durante casi un año. América Latina estaba dominada por gobiernos militares que no tenían afinidad alguna con nosotros. Sólo en Europa los partidos afines al nuestro -miembros de la Internacional Socialista- o estaban en el Gobierno o formaban la oposición más fuerte en sus respectivos países.

Desde junio de 1974, un mes después de iniciar la Presidencia, establecí contactos personales con los principales líderes del mundo socialdemócrata. En una visita de dos días a Chequers -la casa de campo del Primer Ministro británico en las afueras de Londres- conocí personalmente las figuras políticas que tanto admiraba y que hasta entonces sólo había conocido de nombre. Wilson de Gran Bretaña, Kreisky de Austria, Jorgensen de Dinamarca, Britelli de Noruega, Sorsa de Finlandia, Rabin de Israel, Miterrand de Francia, Senghor de Senegal, Van Uyl de Holanda, etc, todos viejos luchadores por la democracia con justicia social. A hombres como éstos había cabido el honor de mostrar al mundo -en la época de la posguerra- que sus países podían eliminar la miseria dentro del esquema democrático.

Me di cuenta de que nuestros pequeños países podían aprender mucho de lo que se había logrado allá, y obtener asistencia técnica y ayuda financiera más fácilmente. Fue desde esa fecha que se estrecharon nuestras relaciones, sobre las que permanentemente informaba mi Gobierno, así como sobre los beneficios que derivaba Costa Rica. Ya en 1976, junto con la República Dominicana y Venezuela nuestros partidos políticos (el Revolucionario Dominicano, Acción Demócrata y Liberación Nacional) fueron considerados suficientemente maduros para tener el mismo rango que los partidos europeos.

La Internacional Socialista

Partidos y grupos de América que luchaban por la democracia y la justicia se acercaron a la Internacional Socialista buscando y obteniendo su apoyo, pero siempre con la tesis de llevar a cabo una lucha política amplia en su propio país para lograr un sistema democrático que permitiera a cada grupo formar su partido y defender sus tesis dentro de ese sistema. Nunca se predicó la violencia o la formación de movimientos armados, y mucho menos el apoyo al terrorismo, al secuestro o al asalto como tesis política.

Impulsada por nosotros los latinoamericanos, la Internacional Socialista se ocupó de los problemas de la América Latina para reforzarnos en nuestras luchas -casi legendarias- contra las dictaduras, la tortura, el asesinato, el exilio y la opresión. Creemos ser coherentes con nuestra historia y con nuestros ideales si repudiamos por igual los actos extremistas de las fuerzas militares o para-militares amparadas por gobiernos despóticos, como también la actitud da regímenes que, disfrazados de progresistas, permiten la masacre, el genocidio y el terror como etapa política necesaria.

Esta lucha con la que nos iniciamos en la política hace cuarenta años, sigue en América. Unos compañeros, desesperados, se unen a los comunistas y son fácil presa en los designios imperialistas de ellos. Otros dejan la lucha y prefieren la cómoda posición de servidores de las fuerzas que apoyan el statu-quo, aun cuando éste se apoye en la tortura y el asesinato. Los más, sin embargo, seguimos luchando por la democracia y la libertad en América.

Los ideales socialdemócratas, por los que miles de costarricenses hemos luchado durante estas cuatro décadas, siguen vigentes. Aunque todavía queda en nuestros países miseria por eliminar y aunque todavía nuestro sistema democrático debe fortalecerse más, mucho hemos avanzado. Hombres como usted han demostrado que la lucha no sólo debe darse en el campo político, sino también en el mundo de las cooperativas, en la producción, en el desarrollo de la comunidad, etc.

Sintámonos honrados por lo que hemos alcanzado luchando por esas metas comunes, pero reconociendo, al mismo tiempo, que no todas las ideas fueron nuestras, sino que nos vinieron de países más avanzados, pero que en nosotros encontraron campo fértil para llegar a cumplir los ideales de muchas generaciones de costarricenses.

Usted, como yo, estamos seguros de que los problemas de nuestra América y del Caribe no podrán solucionarse con las armas, juego peligroso que nos expone a una carrera armamentista de la que Costa Rica no podría escapar. Hemos planteado esta situación a la Internacional Socialista en Europa y, comprendiéndonos, nos ha apoyado en nuestra tesis. Los contactos de hombres ilustres de Europa, aliados con Washington en su política mundial, buscan este fin. No queremos meternos a jugar de representantes de potencias.

Somos un país pequeño, pero el respeto que hemos logrado se basa en decir la verdad, en luchar por lo que creemos y en defender la juridicidad internacional. La no intervención y la autodeterminación son las dos grandes tesis que defenderemos siempre, como lo hemos venido haciendo desde que nos iniciamos en la política.

Lo que somos y lo que hemos sido

Esconder ahora lo que somos y lo que hemos sido, por simple cálculo político sería negar nuestra base ética y nuestra historia. Volvernos complacientes hacia las dictaduras, con su represión y su tortura, para quedar bien momentáneamente, sería echar por la borda cuarenta años de historia. Negar que somos lo que somos sería mostrarnos falsamente vacios, aceptando falsamente que nuestras vidas no han tenido objeto.

Cuando se acerca la hora de la paz en los hombres, y se ve con mayor claridad lo que uno ha hecho o dejado de hacer, es cuando debemos tener más cuidado con nosotros mismos. Ya en el crepúsculo de su vida habló así don Ricardo Jiménez:

«… del más equitativo reparto de los bienes materiales, que son los únicos gue se pueden repartir, entre todos los trabajadores de la tierra, entendiéndose por trabajador el que produzca para la comunidad, desde el sabio y el artista, hasta el barredor de las calles…»

Decir que no somos lo que somos y lo que hemos sido, no engaña a nadie. Mucho menos a nosotros mismos. Ahí está la historia de cuarenta años, nuestros escritos y nuestra obra, con todo lo cual nos sentimos más costarricenses y más seguros de nuestra orientación. Debemos seguir, entonces, con nuestra lucha por mejorar la democracia y por lograr una mayor justicia en Costa Rica.

Un saludo afectuoso de

Daniel Oduber Quirós
PARTIDO LIBERACION NACIONAL

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