Contexto histórico de la social democracia

Emrique Obregón

Enrique Obregón V.

I. Conceptos generales de la democracia:

En toda sociedad, ninguna idea económica, política o filosófica tiene una vida propia, un desarrollo que podríamos llamar particular. Todo es consecuencia de la vida real de la sociedad, de las sociedades. Una idea, sea cual fuere, tiene época y lugar determinados y es consecuente con su tiempo. Por esto, dicen bien los historiadores que para estudiar un hecho histórico es necesario situarse en el tiempo en que ocurrió. Con los parámetros de! siglo XX, por ejemplo, no podemos analizar adecuadamente lo que sucedió en el siglo V antes de Cristo en Grecia.

Y si el tema es la democracia como se particulariza para la charla de hoy, podríamos remitirnos a la historia, si deseamos contar un cuento, o al mundo de hoy, sí se trata de un análisis de nuestra realidad.

Históricamente, solamente quiero recordar dos precedentes que son fundamentales para acercarnos acertadamente a la idea de la democracia: el Discurso Fúnebre de Pericles y la Oración de Gettysburg, de Abraham Lincoln. En el primero, citado por Tucídedes en su Historia de la Guerra del Peloponeso, Libro II, considerado como el elogio más acertado de los ideales de la por la que los combatientes atenienses dieron sus vidas, Pericles dice que es conveniente determinar qué principios condujeron a la situación de poder que en ese momento se tenía, «y gracias a qué modo de comportamiento ese poder se ha hecho grande… Tenemos un régimen político que no emula las leyes de otros pueblos, y más que imitadores de los demás, somos un modelo a seguir. Su nombre, debido a que no se gobierna en Interés de unos pocos sino en el de la mayoría, es democracia En lo que concierne a los asuntos privados, la igualdad, conforme a nuestras leyes, alcanza a todo el mundo, mientras que en la elección de ios cargos públicos no anteponemos las razones de clase al mérito personal, conforme al prestigio de que goza cada ciudadano en su actividad; y tampoco nadie, en razón de su pobreza, encuentra obstáculos debido a la oscuridad de su condición social si está en condiciones de prestar un servicio a la ciudad. En nuestras relaciones con el Estado vivimos como ciudadanos libres y, del mismo modo, en lo tocante a las mutuas sospechas propias del trato cotidiano, nosotros no sentimos irritación contra nuestro vecino si hace algo que le gusta y no le dirigimos miradas de reproche que no suponen un perjuicio, pero resultan dolorosas. Si en nuestras relaciones privadas evitamos molestamos, en la Vida pública, un respetuoso temor es la principal causa de que no cometamos infracciones, porque prestamos obediencia a quienes se suceden en el gobierno y a las leyes, y principalmente a las que están establecidas para ayudar a los que sufren injusticias y a las que, aun sin estar escritas, acarrean a quienes las infringen una vergüenza por todos reconocida«.

Y en cuanto a Lincoln, su famoso discurso, repetido constantemente en los textos de ciencia política, y que tal vez por eso hemos dejado de meditar en el sentido básico que esas palabras tienen para comprender lo que verdaderamente debemos entender por democracia, termina sentenciando: «que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para pueblo, no desaparezca de la faz de la tierra«.

Fíjense que tanto en uno como en el otro de estos dos discursos, se entiende por democracia lo siguiente:

1. Que un tipo adecuado de comportamiento en el gobernante – principios aceptados de moral – fortalece el buen gobierno.

2. Que el gobierno es electo por las mayorías y debe gobernar en beneficio de ellas.

3. Que la igualdad debe alcanzar a todos.

4. Que en la elección al cargo público prive el mérito personal a razones de clase.

5. Que la pobreza personal no es obstáculo para aspirar a un cargo público.

6. Que en relación con el Estado, los ciudadanos actúan libremente.

7. Que se debe obedecer a quienes gobiernan así como a las leyes, especialmente a las normas establecidas para ayudar a los que más sufren.

8. Que hay reglas que no están escritas pero cuya infracción acarrea vergüenza para sus infractores.

9. Que el gobierno democrático debe ser electo por el pueblo, gobernar para el pueblo y estar integrado por el pueblo.

II. Qué podemos entender por socialdemocracia

Para referirnos a este tema es conveniente recordar que durante 25 siglos se habló simplemente de democracia, sin aditamentos económicos o sociales. Este último es parte de una idea de la democracia demasiado reciente. En términos muy generales podríamos afirmar que los planteamientos socialistas comienzan a presentarse a partir de la Revolución Francesa y como una alternativa al estado liberal que esa Revolución confirmó. Es decir, un proyecto ideal de sociedad contrapuesto a un sistema de gobierno existente. El socialismo en las distintas formas que se presentaba, era una contrapropuesta ideal al Estado liberal real. Pero lo único que existía, como realidad, era el Estado liberal. Era hasta cierto punto fácil criticar los defectos o vicios del gobierno liberal con un proyecto cargado de beneficios futuros, de solidaridad y fraternidad. Este proyecto ganó grandes sectores sociales, sobre todo en las masas obreras, creó partidos políticos y logró realizar las dos únicas formas de socialismo que hasta la fecha se han realizado: el socialismo democrático y el socialismo que imperó en la desaparecida Unión Soviética. Fuera de estas dos formas, no ha existido ninguna otra realidad socialista.

El socialismo, como forma de gobierno, comenzó a tener lugar a partir de la Primera Guerra Mundial, confirmándose con mayor amplitud después de la Segunda Guerra Mundial. Entonces el liberalismo tuvo, asimismo, la oportunidad de lanzar críticas severas contra los vicios y deformaciones del socialismo imperante, tanto comunista como socialdemócrata.

Con la caída del socialismo soviético, se ha fortalecido un tipo de liberalismo muy radicalizado en lo económico y demasiado crítico de su pasado político. Es un liberalismo librecambista que ha tomado posesión de todos los campos políticos y económicos en las sociedades democráticas, y aun en las no democráticas, como China y Vietnam, a tal extremo, que en estos dos últimos países se habla ya de Estados regidos, en lo ideológico, por un socialismo extremo y dogmático y, en la realidad, de un capitalismo igualmente aberrante y dogmático. O sea, que la realidad se olvida de la ideología, la desborda y la anula, dominando lo económico sobre lo ideológico, por un sentido práctico que sobre la marcha han desarrollado esas sociedades. Este sistema mixto confirma la primera forma superior y masiva de producir que antes nadie imaginó: una dictadura férrea socialista en el poder y una producción capitalista con todo el apoyo oficial, tanto en la rama de la industria como en la agrícola. Por decirlo en alguna forma, de pronto los orientales le robaron el mandado a los capitalistas occidentales, amenazándolos con liquidarlos a la vuelta de veinte años, mediante un nuevo y hasta ahora desconocido sistema de gobierno: dictadura socialista extrema y producción capitalista. Si Adam Smith y Carlos Marx resucitaran, se abrazarían en sus tumbas sorprendidos para exclamar: ¿Pero qué fue lo que propusimos?

Los suecos, y algunos pensadores socialdemócratas, habían sugerido hace varias décadas una aparente solución al combate contra la pobreza: producción capitalista y distribución socialista. Pero este planteamiento nunca pudo llevarse a la realidad porque ningún capitalista del mundo iba a trabajar para que el producto de su esfuerzo fuera distribuido equitativamente entre los desvalidos.

Pero los chinos y los vietnamitas han inventado lo contrario: gobierno socialista y producción capitalista. Y esto sí es y está siendo posible. Algo parecido a la anécdota que cuentan algunos religiosos del catolicismo. Se comenta que los jesuitas consideran a los monjes dominicos inferiores desde el punto de vista intelectual. Se dice que en cierta ocasión los dominicos preguntaron al Papa si podían fumar mientras rezaban, y el Papa les contestó que eso no era posible. Entonces los jesuítas invirtieron la pregunta y le preguntaron si podían rezar mientras fumaban, y Su Santidad les contestó que sí.

Pues bien, los socialdemócratas no pudieron producir como capitalistas y distribuir como socialistas, pero los chinos ahora pueden gobernar como socialistas y producir como capitalistas (pero sin distribuir según lo que habían sido hasta el momento) aprobando la práctica de un capitalismo agresivo y explotador. Para el futuro próximo, China es la gran amenaza de todos los países pobres del mundo y no está lejos otra imprevisible realidad: que los Estados Unidos lleguen a ser los grandes defensores de los pobres frente a la amenaza del máximo país capitalista del mundo -que será China- que logró suprimir la libertad, los derechos y la democracia, imponiendo el mejor sistema capitalista jamás inventado: el que opera dentro de una absoluta dictadura. Para entonces, ya no tiene sentido si esa dictadura es de derecha o de izquierda, pues los términos se confundirán en el ejercicio del poder absoluto.

Un economista, dice Galbraith, es un especialista en interpretar el presente económico que está viviendo. El futurólogo en economía, afirma, es un charlatán. No es posible saber lo que sucederá en sociedades futuras que desconocemos. Lo mismo podemos decir de los políticos y, sobre todo, de los socialdemócratas, que debemos ser especialistas en estrategias para el presente y, a lo más, para el futuro inmediato producto de este presente. Sin embargo, la tecnología, que transforma de un día para otro el presente en pasado, dificulta más el encontrar una estrategia para un presente que se nos escapa casi al finalizar cada día.

Debemos seguir entendiendo que la socialdemocracia no es una ideología sino una forma de resolver los problemas sociales según lo que está sucediendo. No tanto por lo que ha sucedido y menos por lo que sucederá. Por lo que no es posible entrar en análisis de lo que tendríamos si otros hechos hubieran dado origen a un presente distinto. Es conveniente recordar las palabras del Dr. Gregorio Marañón: «Es un pecado contra las leyes de la historia pretender analizar lo que hubiera sucedido de no haber sucedido lo que sucedió«.

La realidad actual, y eso es lo que cuenta, es la siguiente: Todas las democracias de este momento se desenvuelven bajo un régimen totalmente liberal dominado por un sistema de producción esencialmente capitalista. Esta realidad demuestra que todos los planteamientos socialdemócratas y socialistas en general, fueron temporalmente derrotados. El Estado de bienestar que nació y floreció a partir de la última guerra mundial, ha sido desmantelado en su casi totalidad. El socialismo democrático que !o tuvo como su máxima conquista social, se dejó arrebatar esa bandera, al ceder su campo de iniciativa política y de solución de los problemas sociales a los liberales. En estos momentos, la socialdemocracia no actúa, sino que se defiende y, al defenderse, se confunde con los liberales, ya que solamente sus propuestas son las que se discuten.

Con una imperdonable timidez, el socialdemócrata siente temor de defender todo lo que constituyó su orgullo democrático y su razón de ser. Su pasividad lo ha marginado casi al borde de la desaparición total. Históricamente, se han intercambiado posiciones. El crítico socialista de hace cien y menos años del liberalismo gobernante ha sido desplazado por el crítico liberal del socialismo que gobernó hasta hace pocos años. De esta manera, el liberal clásico, enemigo del sufragio universal, usa este sufragio para desplazar del poder a la socialdemocracia y, con ella, casi todos los fundamentos de la democracia. En su crítica, ataca y desautoriza la legitimidad del parlamento y desplaza a los socialdemócratas tanto de la acción política como de los órganos de decisión. Los partidos políticos y los sindicatos, antes protagonistas de la propuesta política y social, han desaparecido de la escena pública y en ella dominan ahora las cámaras patronales, las grandes empresas particulares y el representante del gran país capitalista. Los tratados de comercio que se están imponiendo y que determinarán toda la relación económica y social de todos los pueblos de! mundo, son discutidos y firmados, fundamentalmente, por los representantes de las grandes empresas, sean particulares, sean personeros gubernamentales.

Entonces, ¿qué es la socialdemocracia, en este momento, en un país como el nuestro? Un grupo desteñido y en fuga que se dedica, casi podría decirse que al calor del fuego de los hogares, a contar la historia de lo que fue, sin capacidad alguna para exponer un proyecto político que ilusione y lleve alguna esperanza a los pueblos. En Costa Rica, y en casi todos los países del mundo, la socialdemocracia se confunde con el rampante liberalismo, al defender las propuestas de éste como si fueran propias. Recordamos todavía las viejas banderas de solidaridad, justicia y derechos fundamentales, así como el derecho de los ciudadanos a elegir libremente a los gobernantes. El resultado es que tenemos total conciencia de nuestras necesidades, reclamando diariamente al gobierno crear condiciones apropiadas para satisfacerlas, pero nos damos cuenta de que el gobierno no puede atender nuestro reclamo.

La realidad es un pueblo al que el socialismo democrático ha capacitado para vivir bien, que sabe que tiene derecho a esa forma de vida, pero que entiende que no hay posibilidad, por el momento, de llegar a una satisfacción mínima del estado de bienestar. La desocupación aumenta, y con ella, la desesperación. Y esto ha llegado a extremos tan lamentables, que bien podríamos aplicar en nuestra sociedad aquella afirmación del dirigente tradicional de un sindicato en un país del norte, en el cual la desocupación llegó a grados extremos. Este trabajador decía: «ANTES YO LUCHABA EN MI SINDICATO CONTRA LA EXPLOTACIÓN DEL PATRONO PARA EL CUAL TRABAJABA. AHORA PIDO A GRITOS A UN PATRÓN PARA QUE ME EXPLOTE«.

No es lo mismo un socialista en la oposición que un socialista en el gobierno. En la oposición, el socialista levanta banderas auténticas; en el gobierno, con el transcurso del tiempo -en ocasiones muy poco tiempo- va adquiriendo cara de liberal. Lo grave de esto, como afirma un humorista español, es que el que tiene cara de algo es que lo es. El socialdemócrata se ha convertido en libera!, pero con una desventaja: que sigue afirmando que es socialdemócrata. Comenzamos, en una primera etapa, por crear el Estado benefactor, con alguna intención de darle una cara buena al capitalismo malo; pero siempre resguardando y manteniendo al capitalismo. Entonces éramos capitalistas con máscara de socialistas.

La oportunidad se nos escapó y ahora el capitalismo nos supera y nos doblega. Y esa es la realidad con la cual tenemos que contar: vivimos un liberalismo a ultranza y un capitalismo bestial. De aquí ha de partir el análisis que debemos emprender para saber si es posible un planteamiento socialdemócrata dentro de esa cruda realidad.

No podemos, y posiblemente, no debemos declararle la guerra al liberalismo nio al capitalismo. Tal vez lo procedente es proyectar una estrategia paralela -no esencialmente contraria-para obtener el beneficio social que esta realidad puede ofrecer. Pero sabiendo que hay una gran confusión cuando se analiza el Estado, de la actualidad, con una estructura legal de Estado protector, de titular de los derechos de los ciudadanos, de defensor de garantías sociales básicas y, al mismo tiempo, de un Estado liberal, dirigido por empresarios, que defiende a ultranza el librecambismo, que rechaza ese Estado proteccionista, y que enarbola la libertad de empresa y de comercio absoluta sin limitación alguna. El Estado que vemos los socialdemócratas no es el Estado que ven los liberales. De aquí que sea procedente el símil que transcribe Norberto Bobbio en su libro El futuro de la Democracia: «Si dos personas que observan desde lejos una figura, una dice que es un hombre y la otra dice que es un caballo, antes de conjeturar que ninguna sabe distinguir un hombre de un caballo, es válido pensar que vieron un centauro (a lo más, se podría sostener que como el centauro no existe, se equivocaron los dos)«.

¿Cuál es el centauro que, sin existir, estamos viendo en Costa Rica los socialdemócratas y los liberales en este momento?

En consecuencia, lo que apreciamos ahora es el retorno a los orígenes. De nuevo el socialismo está en la oposición, impera el gobierno liberal y solamente se está a la espera de un nuevo proyecto socialdemócrata La diferencia está en que los socialistas de hace cien años tenían muy claro lo que pensaban, proponían y deseaban. Asimismo los liberales. En este momento, los liberales tienen muy claro lo que pueden y quieren hacer, pero los socialdemócratas están totalmente confundidos. La pregunta que debemos contestar es la siguiente: ¿Cuál es la alternativa al gobierno liberal de nuestros días? Hay que inventar una nueva estrategia, porque lo que apreciamos hoy no es el mundo liberal de fines del siglo diecinueve. Lo que existe en este momento es la inconcebible revolución al revés. El grito que da la globalización es el siguiente: «PODEROSOS DEL MUNDO UNÍOS». Cuando los poderosos se unen universalmente no puede ser más que contra los miserables. Siempre las revoluciones fueron de pobres contra ricos, y generalmente con escasas posibilidades de triunfar. Por cada cien revoluciones fracasadas hubo una triunfante y, frecuentemente, a medias. Pero cuando los poderosos se unen, defendiendo sus poderes y sus riquezas, el fracaso no es su posibilidad inmediata. El liberalismo triunfa, el rico a su riqueza y el pobre a su pobreza.

Si solamente hay dos ideologías en el mundo -socialismo y liberalismo- para la solución de los problemas nacionales y mundiales, también solo hay dos respuestas, teniendo en cuenta de que ahora, desaparecido el socialismo extremo y dogmático, solo nos queda la socialdemocracia. No hay más.

Para los veinte años transcurridos entre 1950 y 1970 estaba presente, al menos, la posibilidad de la insurrección violenta en América Latina. Era una posibilidad final con la cual se contaba. Si la palabra y el diálogo fallaban, estaba la respuesta del disparo del fusil. Ahora no.

Se nos pide, se nos viene pidiendo que la solución civilizada y democrática es la libre competencia. Pero el país poderoso protege y subvenciona su producción y dice: en nuestro país la alimentación es un asunto que no discutimos porque pertenece a la esfera de la seguridad nacional. ¿Puede competir libremente el rico con el pobre, el poderoso con el miserable? En los mercados mundiales, ¿quién tiene la voz? El diálogo democrático se convierte así en imposición totalitaria. No hay diálogo, no puede haberlo, porque los términos de discusión los fija la parís que maneja los intereses mundiales. El diálogo y la libre competencia son dos de las grandes mentiras de nuestro tiempo.

III. Necesidad de retomar al estado de bienestar

¿Cómo volver al Estado de bienestar? O mejor: ¿Es posible retomar al Estado de bienestar? Porque, si es posible ahora, es posible también redactar un proyecto de democracia verdadera para nuestro futuro inmediato. Pero si no es posible, ¿cuál es la alternativa?

Lo que se debe tener en consideración es que el planteamiento inicial del Estado de bienestar, no comprendía el bienestar para todos porque, de comprenderlo, se estaría liquidando el liberalismo y el capitalismo que le sirve de base económica. El Estado de bienestar era, fundamentalmente, para el fortalecimiento de la clase media, con una puerta, muy estrecha, para el ascenso de pequeños sectores obreros.

El Estado de bienestar fracasó porque no encontró la manera de distribuir adecuadamente la riqueza y el avance tecnológico sobrepasó el desarrollo político de la democracia. La tecnología y la incapacidad de los partidos políticos para poder actuar en la nueva sociedad terminaron por enterrar el Estado de bienestar.

Pienso que tal vez el socialismo democrático de este tiempo no tiene respuestas totales para la solución de los grandes conflictos y de las crecientes necesidades de los pueblos. Solamente pequeñas soluciones parciales, pero sabiendo que estamos en una época de tránsito que tiene sus días contados. Al socialismo, a la democracia y al ansia de libertad de los pueblos nadie, jamás, podrá liquidarlos definitivamente.

Una sociedad como la costarricense todavía conserva un mínimo aceptable de seguridad social y de escolaridad que otros países en vías de desarrollo no tienen. Parte de la lucha ha de centrarse en conservar esos logros que aún tenemos. En una época, nos habíamos armado contra los riesgos del futuro, ya que podíamos planificar bien las consecuencias del desenvolvimiento natural del riesgo que nuestra sociedad producía. Pero resultó imposible hacerle frente al riesgo fabricado por una forma distinta de producción capitalista.

Es posible que tengamos que admitir, no que hayan desaparecido las ambiciones históricas del socialismo, pero sí las posibilidades de concretarlas. El socialdemócrata de hoy sabe que no se puede hacer grandes ilusiones en cuanto al socialismo, pero sabe también que en la historia de la humanidad nunca, ha existido una permanente oscuridad. Solamente tengamos presente lo siguiente: que las ideas de libertad, fraternidad y derechos naturales de todos los hombres son facultades propias de la humanidad y que la incertidumbre del trágico momento histórico que vivimos es totalmente prefabricada. Una verdad, por más vieja que sea, continuará siendo verdad aun cuando todos los conculcadores de libertades traten de sepultarla para siempre.

Termino transcribiendo el párrafo final del libro Más allá de la izquierda y la derecha de Anthony Giddens:

«Empíricamente, son posibles muchas situaciones de desastre: el ascenso de nuevos totalitarismos, la desintegración de los ecosistemas del mundo, una sociedad fortaleza de ricos, en lucha permanente con la mayoría pobre. Pero en la realidad existen tendencias opuestas a estas situaciones, del mismo modo que hay fuerzas que se oponen al nihilismo moral. La ética de una sociedad universalizadora y post-tradiciona! implica el reconocimiento de la santidad de la vida humana, y el derecho universal a la felicidad y la realización, junto a la obligación de promoverla solidaridad cosmopolita .y una actitud de respeto hacia los organismos y entidades que no son humanos, en el presente y en el futuro. Lejos de ver la desaparición de los valores universales, ésta es quizá la primera ocasión, en la historia de la humanidad, en la que dichos valores tienen una verdadera posibilidad de salir adelante«.

Permanece una luz encendida, y esto nos permite la redacción de un nuevo proyecto para la consolidación de los mejores valores espirituales y morales de todos los hombres de la Tierra.

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